Es una de las ciudades con más encanto de Vietnam, sin duda. En las calles de Hoi An se mezclan la colorida arquitectura antigua con tradición y farolillos típicos vietnamitas que enamoran al visitante. Un pueblo que te cautiva.
Un paseo por las calles de Hoi An es un viaje al pasado clásico de Vietnam. Tradición y antigüedad se combina en este pueblo tradicional vietnamita de influencia china, japonesa y francesa, todo en gran colorido.
Hoi An está reconocido como Patrimonio de la Humanidad. Y el reconocimiento es más que merecido. El río Thu Bon baña las orillas de esta cautivadora villa vietnamita. Entre los siglos XVI y XVIII fue un importante puerto pesquero. Y hoy su casco antiguo se conserva casi intacto. En sus calles está prohibido circular en coche, por lo que la población de Hoi An se desplaza en bici o moto.
Vale mucho la pena alquilar una bicicleta y recorrer los alrededores del pueblo. Podrás descubrir maravillosos campos de arroz y villas tradicionales donde la gente te abre sus casas y sus escuelas. La amabilidad de estas personas es infinita.
La entrada a Hoi An se realiza cruzando un puente tradicional sobre el río. El colorido de sus edificios se observa al otro lado, mientras barcas tradicionales vietnamitas se encuentran varadas en sus aguas.
Pero el puente más famoso de Hoi An es el Puente Cubierto Japonés. Data de finales del siglo XVI y se trata de una vía que unía el barrio comercial chino y el japonés. Está construido en madera y piedra y tiene un color rojizo muy característico. Los tejados están cubiertos con teja gris y decorados por tallas de madera. No te puedes perder el cruzarlo y descubrir su interior de madera decorado con farolillos típicos de Hoi An.
A ambos extremos del puente hay perros y monos que actúan como guardianes del mismo. Y al otro lado, un templo vietnamita del 1700.
Pero el casco antiguo de Hoi An oculta numerosas sorpresas de gran interés. Lo ideal es recorrerlo a pie o en bici. En sus calles descubrimos edificios tradicionales con fachadas fascinantes, de gran colorido. Hay numerosas casas que datan del siglo XVII y que hoy conservan en su interior la arquitectura tradicional de esta época. Entre ellas, la más famosa es la Casa de Tan Ky, pero tampoco puedes perderte la de Phung Hung y Quan Thang. Algunas de ellas son tiendas en las que se negocian con madera, seda o porcelana. Es más, Hoi An es famosa por sus sastres. En cuestión de horas pueden hacerte una traje o vestido a medida, bien tradicional vietnamita, bien moderno.
Pero además hay edificios públicos en Hoi An que valen la pena visitar. La Capilla de la Familia Tran muestra influencias chinas y vietnamitas. La Sala de Asambleas Cantonesa es un ejemplo de edificio civil típico de Vietnam, aunque aparenta un templo. Y el Museo de la Cultura Sa Huynh alberga una extraordinaria colección de vasijas funerarias con cientos de años de antigüedad. Y si lo que quieres es experimentar la vida local, piérdete en el Mercado de Hoi An.
Aunque la verdadera vida de este cautivador pueblo gira en torno al río Thu Bon. En sus orillas se levantan estrechas casas vietnamitas y en sus aguas observamos barcos de pesca, con un ojo pintado, “para así ver el camino”, dicen los locales. Observa a los pescadores. Sus caras son libros de la vida. Y su amabilidad te enamora. Multitud de pequeños puentes de madera cruzan el río.
Hoi An te enamorará por su combinación de colores y tradición, pero también por sus posibilidades de compras. Es famoso por su artesanía y, como ya dijimos, por sus textiles. Numerosos vestidos y trajes tradicionales llamarán tu atención en pequeñas tiendas tradicionales. Los farolillos de colores es lo que más cautiva, colgados por todas partes con un diseño incomparable.
Pero Hoi An ofrece también preciosas playas de arena blanca y aguas cristalinas. Y lo mejor, desiertas. Durante el día, los vietnamitas huyen de la playa. Aunque por la noche la abarrotan. Todo muy curioso.
Y así terminamos nuestra visita a Hoi An. Un pueblo que te cautivará, sin duda, por su colorido, sus fachadas clásicas, sus edificios estrechos, sus pequeñas tiendas y sus farolillos vietnamitas. Y, sobre todo, por la amabilidad de sus gentes.
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