Un cambio brusco. Una cultura diferente. Paisajes naturales espectaculares. De la alta montaña al gigantesco desierto. Una comida sorprendente. Un viaje de contrastes por Marruecos.
Serían recomendables dos semanas para conocer Marruecos. Pero si dispones de menos días, descubrirás un país fascinante. Y la mejor época para ir, primavera u otoño. En verano e invierno puedes sufrir temperaturas extremas.
La mejor forma de viajar por Marruecos es en coche por la libertad total que obtienes. Paras dónde quieras y cuándo quieras. Y así lo hicimos. Cruzamos el Estrecho de Gibraltar en ferry desde Tarifa y en Tanger alquilamos un auto. Si no te atreves, puedes hacer circuitos guiados o experimentar el transporte público, pero este puede ser muy lento y hasta desesperante.
En algunos puntos puedes contratar excursiones guiadas, lo que te aporta un mayor y mejor conocimiento del país y de la cultura local al ir con un guía. Por cierto, rétales a hablar cualquier idioma. Lo hablan.
Nuestra ruta la empezamos en Tanger e hicimos un circuito en el sentido de las agujas del reloj. Primero hacia el interior y después por la costa. Nuestra primera parada fue Chaouen, la ciudad azul, de casas blancas. Un pueblecito precioso, muy pintoresco, único, enclavado en el Rif Occidental y donde te apetece quedarte eternamente. Vale la pena hacer noche aquí.
De Chaouen nos fuimos a Fez, donde te sorprende su inmenso y laberíntico zoco. Déjate perder, no lo podrás evitar, entre sus diferentes barrios de artesanos. Fez resulta verdaderamente acogedor. Menos masificado turísticamente que otros puntos de Marruecos. Un par de días aquí merecen la pena. Y además, cerca de Fez se encuentra Meknés, una de las cuatro ciudades imperiales y una pequeña joya de la zona. Escápate.
Ya desde Fez, nos dirigimos al desierto del Sahara. Tienes que contratar una excursión guiada obligatoriamente. Y hay dos puntos de entrada. Desde Erg Chebbi, cerca de Merzouga, o Erg Chigaga, cerca de Zagora o M´hammid. Nosotros nos dirigimos a Merzouga y contratamos una aventura por las dunas de arena más grandes de Marruecos, con noche en el desierto.
La sensación de estar en medio de la nada es fascinante. Atravesar kilómetros y kilómetros de arena dorada y dunas enormes resulta cautivador. Ver la puesta de sol desde lo alto de una duna de arena es muy relajante. Hacer noche bajo las estrellas, en una jaima bereber, te enamora. Muy recomendable.
Al regresar del desierto del Sahara, tomamos dirección a Marrakech. Pero antes hay varios puntos imprescindibles en esta ruta. Atravesar la cordillera del Atlas es uno de ellos. Se ubica en la parte central de Marruecos, y si buscas naturaleza y rutas de trekking, puedes dedicarle una semana solamente a esta zona. Nosotros atravesamos las Gargantas del Dadés por el valle de los mil kasbahs (ciudades fortificadas bereberes de adobe), y del Todrá, con sus enormes paredes rojizas, realmente impresionantes.
Y de camino a Marrakech, cruzando el Atlas, puedes ir a Ouarzazate y al gran kasbah de Ait Ben Haddou, un espectacular poblado de arcilla y piedra con edificios rodeados por grandes murallas. Parece y es un lugar de película.
Llegamos a Marrakech, o la Ciudad Roja, como así se le conoce. Una ciudad vibrante e intensa que ofrece grandes atractivos. La enorme Plaza Djemaa el Fna es el centro de la vida, sobre todo nocturna, de la ciudad, con numerosos músicos y puestos callejeros de comida, artistas y color. El lujoso Palacio de la Bahía, construido para ser el más grande de todos los tiempos, con sus jardines, la Madrasa Ben Youssef, las Tumbas Saadíes, el Bazar o las Curtidurías son visitas imprescindibles en la ciudad. Y la mezquita Kutubia y los jardines de Majorelle también merecen tu atención. Al menos son necesarios dos días aquí.
Y ya en la costa de Marruecos llegamos a Essaouira, una joya frente al Atlántico. Por aquí han pasado fenicios, portugueses y franceses, dejando una mezcla de estilos en su Medina, su laberíntico casco antiguo. Con un aire romántico y hippy, el paisaje se compone de casas blancas y barcas azules bajo una muralla histórica.
Essaouira es un lugar típico para descansar del viaje y disfrutar de sus playas. O incluso practicar deportes como el kitesurf o el windsurf. Pero también puedes hacerte escapadas a la Cascada de Ouzoud, la más alta del norte de Marruecos. O recorrer los 180 kilómetros de carretera costera que te llevan a Agadir. Esta ciudad, de origen portugués, es uno de los mayores destinos turísticos de Marruecos por sus estupendas playas y sus Parques Nacionales.
Puedes completar la ruta circular regresando a Tanger por la costa, pasando por Casablanca o Rabat, aunque no merecen mucho tiempo.
Marruecos es un país de contrastes, de olores y sabores, de montañas y desierto, de playas y kasbahs. Con una cultura y una gastronomía sorprendente.
Si quieres más información sobre Marruecos o te ha quedado alguna duda, puedes escribirnos un email a info@consejerosviajeros.com o dejar tus comentarios a continuación.